Sueñeros, 2022
Hay algo sutil en estas obras que Sol Pipkin dispuso como pequeños menhires para fomentar un estado de relajación. Sus piezas tienen un aire contenido y elevado. Es curioso, pero en un mundo maníaco, el trabajo de la artista nunca eleva la voz ni grita: «oh, mírenme, soy una obra de arte». Por el contrario, su obra baja el dimmer, desenchufa los parlantes y exige que la mente del espectador se aquiete. Recién ahí se verá que es de la elegante austeridad, del susurro poético, de donde salen sus creaciones. El arte que transmiten estas piezas no está delante de nuestros ojos; está detrás, nos sostiene sin alardes. Leal a la intuición, Pipkin crea objetos serios, pero gobernados por las leyes del juego, lo que es una buena manera de describir una civilización en sus momentos más luminosos